☽ Ensayo: De La Primera Aurora y su relación con el Rizoma ☾
Carlos Urrutia Hidalgo
(Mimbre)
Indice
Tratamiento a La Materia de cómo Pensamos
Y como se encuentra con la Poesía
De La Primera Aurora
Relación con el Rizoma
Tu y Yo somos de la primera aurora.
Tus manos son las raíces de tu alma ahora.
Entendiéndose en el poema
Tratamiento a La Materia de cómo Pensamos
Y como se encuentra con la Poesía
En la forma en que el lenguaje surge con intención de dar sentido al propio ordenamiento con el que grupos de seres humanos se daban razón a la dinámica con la cual se actúa, es donde comenzó a ser un problema que perpetuamente se encuentra presente. Si se rebusca con las palabras aquello por lo cual es debido experimentar algo tan llamativo como la existencia, nos toparíamos con el trato que le damos a las dudas, penetrando en aquel cuerpo (forma) que en cuestión estamos entendiendo, dislocando a lo que refiere como a la razón de las dudas. Esto es motivo del pensamiento. Reversibilidad tañendo susurros como materia fosilizada, estratificando el suelo donde pisamos donde dejamos rastro del inconsciente, acumulándose, propagándose y filtrándose entre las fisuras que van dejando los momentos de existencia. Nadie se puede hacer cargo de diluir una Alma en cuestión de no ser de sí al Cuerpo, solo es debido a la duda que se produzca en a través del lenguaje. Si somos capaces de dudar, es porque podemos pensar. Las palabras surgen o parten para trepanar en la arqueología del océano. Muy común es la figura del abismo, pues allí se termina y comienza nuestra historia; un sortilegio buceando en el gran tablero de madejas que es el pensamiento. Está lleno de tornillos que están yuxtapuestos en un superficie de indicios, y la lana que se atraviesa en toda la superficie rugosa de una madera rica en celulosa, carcomida se muestra gloriosa, con sus tornillos desenroscados y algunos más hundidos, y envueltos del cuerpo de la madeja que en algún momento se produjo para tejer el tamiz cautivo de la forma en que nace la razón de pensar. Para su motivación tenemos primero la estructura con un fin concreto, desenredamos la madeja para articular una forma (casi de manera afásica o por completo) que se va dando de forma irregular, pasando por los fragmentos que suponen los tornillos, y deliberamos con la herramienta coercitiva la naturaleza por el cual fueron concebidos, desatornillando dubitativamente los aciertos - inciertos- con los cuales nos alejamos y entramos al sueño de la realidad que nos circunda. Un tablero con la vida de una especie que se debe su atención al paso de una frecuencia que controla su razón. Un esquema de como nace un pensamiento, pero no del porqué lo hacemos.
En éste escenario contemplamos a la poesía articulándose como la raíz ilusoria de la felicidad. No una felicidad adoctrinada por la imagen que circunda cualquier alfabeto capcioso, aquello que promete no termina de dar por una razón de sí en las demás cosas. Aquel embelesamiento da cuenta y comparte la ruptura a la que nos ceñimos con el tiempo, se comunica directamente con el planteamiento para considerar el ensueño, como la voz propia que da énfasis a la solución obtusa por la cual nos debemos.
La poesía la escribe cada ser humano de tal manera en que nos situamos en la instancia donde nacen las olas: una miríada de pulsos propagándose a la estética. Inscribiéndose naturalmente en el filtro en que los sentidos se resuelven como manchas, no manchas que se aprecian, pues la percepción por sí misma se vuelve una nubosidad que brota en la atención de sumergirse por debajo de una superficie afanosa; cuerpo sólido que se entremezcla en las corrientes que hacen caso de un pulso contrastado con unos misterios desfijados al sustrato inasible de la ilusión de los símbolos. Prestamos atención a aquel desplazamiento perdido, inundando a toda la materia. Esto nos deviene en forma de lectura rasgando una fisura en donde se ancla un esqueje dando forma al tiempo. Nuestro cuerpo participando con la energía y experiencia vital que quieren perseguirse en el vacío correspondido de una zancada con otra, nos sitúan allí: por el aroma de aquel reconocimiento de aquella latencia: las que no comprendemos en el nacimiento de las olas, y damos cuenta de que esta, está observando directamente hacia el silencio. Desde esa voz que no se distingue (no por ser ilegible, sino porque no existe a los sentidos), un eco se nos devuelve susurrando la aquiescencia relativa de la figura misma por lo que llamamos naturaleza. Entonces nos comprendemos como un simple pliegue en nuestro saber. Tomamos consciencia para que esa voz que no se distingue adquiera forma sustanciosa. Es sutil, porque es vacío, está lleno de sí mismo: inmaterialidad comprendiendo el sentido de su espíritu. Y nos tranquiliza con el motivo por el cual, el escenario de la contemplación nos acerca al deje de descubrir el motivo mismo de nuestra existencia: en aquel lugar, que actúa de crisalismo para el amparo, y donde la belleza no es más que la manera en que al sufrimiento le debemos alteridad, es donde nace la poesía. Desde la misma voz que encontramos a través del latido doblando las falanges de lo que se extiende a la insinuación de los sentidos, es donde los versos se prestan para ser escritos.
De La Primera Aurora
Relación con el Rizoma
Los Cuerpos son diferencias. Por consiguiente,
son fuerzas. Los Espíritus son identidades, no fuerzas.
Un Cuerpo es una fuerza diferente de muchas otras.
Un Hombre contra un árbol, un perro delante de
un lagarto. Una ballena y un pulpo. Una montaña y un glaciar.
Tu y Yo.
Este poema no se escapa de la motivación de ser el motivo de algo que surge por una absoluta necesidad de ser escrito.
Aquellos versos que se distinguen en la primera plana de este ensayo dan su surgimientos a principios de este año, desde la lectura: del Texto “Rizoma” de Gilles Deleuze, considerando la crítica al planteamiento de la humanidad semejante como la figura arborescente, y en la alternativa propuesta a modelos jerarquizados en el funcionamiento de la sociedad. Deleuze da forma a aquello que se desmaterializa a la comprensión certera de cualquier tipo de forma, siendo el rizoma una forma por sí misma de la materialidad de sí misma. Capacitando al inconsciente en estados completamente distintos de lo que le caracteriza por lo que le es ser. El pensamiento no es arborescente, el cerebro no es una materia enraizada ni ramificada, en esto solo se comprenden dos puntos que difieren, pues las sombras estratificadas se propagan, se encuentran, se conectan, proyectan, avanzan en un sentido que solo son por lo que el vacío está lleno de vacío, en un circuito infinito. No está hecho de unidades, sino de dimensiones, o más bien de direcciones caminantes… multiplicidades.
Anexo, en lo que la naturaleza del Rizoma, la metáfora De La Primera Aurora, se encuentra citando: Modos de Ver, El Elogio de la Sombra, Artífices del Barro y la biblioteca mental que haya considerado en cometido del conocimiento que haya tenido en ese momento.
Cada vez que lo leo descubro más de mí mismo. No soy capaz de abarcarlo, se adentra en aquello por lo cuál el nacimiento de las olas es único a considerar en el desplazamiento de aquello que vamos conociendo.
Ahí me encuentro con el ritmo formal edificado en una sociedad neoliberal, donde descubro que este poema no se queda atrás, ni delante, ni dentro, ni afuera, ni en un punto cardinal, ni en el circuito molecular. No es la unión, sino todo /con cubiertas moteadas de oro.
Entonces cabe decir que aquel poema me ha dado muchísimo más sentido, a lo que la sustancia de la estética se refiere con el paso del primer semestre. Dicho sea de paso en su carácter formal, he visto el trato que hay en la ensoñación que causa la poesía por sobre los ojos sistemáticos de la vida. Es marginal. Simplemente. Pero complaciente a la naturalidad del desafío que nos comprende como especie, pues, escribir no tiene nada que ver con significar, sino con deslindar, cartografiar, incluso futuros parajes. Componiendo brotes que conectan con otros, y con otros. En su propia explicación, siempre hay una figura de pleonasmo buscando al palíndromo que lo trata de reconocer como si fuera oxímoron, pero no es más que la razón del porque yo mismo sirvo para explicar un concepto ajeno, al igual que tú, y tú.
Pero la unidad no cesa de ser combatida y obstaculizada en el objeto, mientras que un nuevo tipo de unidad triunfa en el sujeto, pues ahí está la clave que se corresponde con cierta razón de ser en sí, y aquello en que nos encontramos en no ser razón ciertamente en sí. Aquello se encuentra cartografiando el mismo brote que se contornea constantemente, que sabemos que la idea se desbordará en sus propios brotes. Está dispuesto a cristalizarse en múltiples entradas donde mis pisadas, mis huellas, mis palabras, /todas encontradas con las tuyas, y las tuyas, dan lugar a los movimientos del cuerpo, a imágenes desgranando su resolución con el paso del tiempo, con las memorias fracturándose en ríos efluentes de aquello que riega a la razón de las dudas; huellas que arman bajorrelieves en el barro, y en todo lo que hay de reconocer, y en la misma desarticulación del aire con los labios, el gesto que solo comprende aquella raíz otra que se conecta a y con mis ojos, dándose espacio para empaparse en la que es testigo y hacedora de la historia: el agua. Escuchamos la mancha entonando las sinuosidades de las cenizas. Encontrándonos en las experiencias que da categoría al espíritu, es donde el Rizoma se entiende a sí mismo por lo cual existe, un cuerpo, de tal manera comprendiendo como uno constituído de otros cuerpos. Buenamente dicho.
Tu y Yo somos de la primera aurora.
Tus manos son las raíces de tu alma ahora.
Entendiéndose en el poema
En éste apartado abordaré la singularidad del poema, y la forma en que puede (o podría) entablar un encuentro con la persona que ha sido vista a través del mismo. Estaré abordando de manera fragmentaria su cuerpo, y dar relación en condición humana la oscilación entre el auge y descendimiento de cómo nos comprendemos. En cualquier caso, no es un seguimiento exhaustivo y mi recomendación es acompañarse de la primera hoja de este ensayo ( en donde está el poema completo) a efectos de contrastación.
Escribir poesía es entrar en el terreno de la muerte. No seríamos capaces de entender la consistencia de la eternidad, si no existiera el contacto definitivo del cuerpo con el cese de su motricidad total. La manera en que nuestro pavor se ve extasiado por la experiencia de lo vivido siendo finito, es la forma en que un poema se comunica con la muerte para ser escrito.
En “Escrito con un Nictografo” en la lectura que da Alejandra Pizarnik se ve totalmente envuelta y desenvuelta en el escenario de la muerte. Hace falta practicarla porque la poesía no comprende que el eslabón que refiere a la experiencia de la carne no se está derruyendo en su propio lenguaje. El Poema se abre /esa es tu fuerza. Arturo Carrera comprendió que en el nacimiento de las olas se va a morir también.
La voz de éste poema se presencia hacia un lector en primera persona, reconociéndose, y contemplando a la otra parte, como dos cuerpos que forman a la sustancia que confluye por el espacio y asumiendo mutuamente el paraje de su linaje desde rozadura del conocimiento que es la mancha que precede aquello que lo descubre todo que les circunda.
El relato aquí comienza con las raíces que son las manos. Es una metáfora que nace del dinamismo ensoñado que me volvió cautivo en la tridimensionalidad conmocionante que me devolvió el propio gesto de apreciarlas en un espejo. Fue una metáfora que fue rebotando y tratando de encajar en otros poemas que fuí escribiendo por dos años, pero no terminaba de darles un sustrato en los mismos. Desde la lectura de Rizoma alcancé lo que podría decirse un detritus en donde darle un cobijo a este verso, que se volvió pleonasmo: una reiteración que juega con el verso anterior que por una conjugación espacio - temporal se vuelve dinámico, y por ende, va anclando su función poética a la variación de cómo nos vamos representando:
Tu y Yo Somos de la primera aurora…/
… Pues Tu y Yo Devenimos de la primera aurora/
… Pues Tu y Yo Intermediamos de la primera aurora/
… Pues Tu y Yo Concluimos de la primera aurora/
Tu y Yo Transformamos a la primera aurora/
Que en conjunto con “tus manos, son las raíces de tu alma ahora”, se repiten en un total de cinco veces, intencionando la fragmentación y extensión infiltradora que reposa en los dedos; contempla aquello que es razón de creación en los oficios que atendemos, como la culminación de los canales expresivos más propios e intuitivos que tenemos, un territorio en donde no se tiene la total certeza de la razón de sí, por lo cual, siempre habrá un factor sigmático, tenso, que pone en juego un umbral por el que se filtran los sentidos: articulando e introduciendo al cuerpo a componerse en la figura de la lemniscata comprendiendo que también lo que dan forma sus manos, sus dedos, se dan a entender cómo sí mismos. Eso es lo más cercano que tenemos a la libertad: creación artística, y en su forma de engendrar conocimiento: aquello por lo cual tenemos absoluta necesidad.
En un ahora comprendemos el momento presente. En palabras de Schopenhauer: La única forma de existencia es el momento presente, que es también la posesión más segura, aquella que nadie nos podrá arrebatar jamás. Ni Tu y Yo. Entonces si somos de la primera aurora, una redundancia que traza una línea perpendicular entre lo primero que surge y vuelta en lo primero que se nos revela, procedemos en la línea perpendicular a lo que las palabras buscan entonar la dimensión de la cual somos una especie originaria. Especie unívoca, con una reiterada adaptación mutua del porqué somos.
Nos valdría la pena cuestionar a las manos como las raíces de nuestra Alma, pues, el canal de su inscripción da forma a lo que circunda las percepciones del Cuerpo, y retroalimenta aquello que da material en su subsistencia. El labrar es la esperanza desprendida en el usufructo de la naturaleza, tal como estoy cosechando con mis manos y dando vida con el conocimiento - forma viva de hacerme cargo del sustento de mi cuerpo - y emplazar la acción en una retribución de complementos, estoy entrando a comprender también parte de mi naturaleza. Si el Alma está extendida por todas partes a través del cuerpo, podemos dar cuenta que nuestras “raíces” están echadas al nexo que se manifiesta entre lo que acontecen otros Cuerpos, ésta acción además es rizomática. Que además en su forma y su dinamismo capturado en la fugacidad, y su emplazamiento comunicándose directamente con la contemplación, dan cuenta a un dibujo errático o más bien, de multiplicidades que se representa en la raíz. Es una conceptualización que emerge y se sumerge a querer retraerse como material y replegarse en su inmaterialidad, pero siempre es visible y palpable, estimulado de fragancias y propagador de frecuencias sonoras. Esto es en parte, sustento del porqué existimos además: mis raíces hacen brotar aquello por lo que soy, pues construyo, artículo y estimulo mis sentidos. Cada Alma y Cuerpo las posee, o se habrá idolatrado de estas en algún momento.
Esta especie de semiosis repara en que la misma dermis podría ser capaz de sentir la afección de las reflexiones, de tal manera que, si las manos son las raíces del alma, el alma es la forma de un cuerpo organizado, pero el cuerpo es precisamente lo que dibuja esta forma (según Aristoteles) y el palíndromo da cuenta cuando nuestras manos se encuentran dando forma en la tierra, y con la tierra, es la piel la que altamente propensa a sufrir en estos procesos. En la moldura que está engendrando un ser ajeno respecto a su cuerpo, y su alma. Y en la rozadura que se arma en el espacio donde busco reconocerme.
El aire salino humedeciendo mis ojos secos
me toman las manos para mostrarme como somos barro…
Especialmente me resulta bastante atractivo el término “dejar la embarrá”: independientemente de la caracterización directa que desprende, en forma a expresar un acontecimiento que se daría en la condición humana de formar un gran destrozo; es acertada la dicha de que el espacio que vamos habitando lo vamos manchando con nuestro paso. Con diferentes tonalidades, una expresión que evidencia la influencia que nos causamos.
Algo tan esquivo como el aire, que sabemos que está presente, pero se pierde en la recepción de entregarse a nuestro sentidos principales, manifiesta sus intenciones en tomarme de las manos - que añadido que son nuestras raíces - dan por supuesto que en la forma que nos debemos, es a su vez el esquivo paso por el cual se hace presente en favor de lo intuitivo, o de relación innata, se da la tendencia a despojar su importancia en la terrenalidad porque también es ausencia. ¿Esto que quiere decir? El vacío está constantemente dislocando aquello por lo cuál nos entendemos, nos desplaza, no nos amenaza, pero en su pureza si nos encontramos algo que es alterado, el aire hace su función de estridencia, es decir, una alerta. Y la relación con Modos de Ver, qué más acertado que el aire de darnos su elogio para sostener en entrelazo nuestras manos y dar cuenta de que simplemente no tenemos la capacidad de ver. Por muchas comunicaciones, eufemismos, historias, memorias… Advertencias, o simplemente hábitat, estamos enfrascados en una inhibición que es análoga a nuestro cumplimiento con un fondo translúcido de encontrar siempre una razón.
Un aire inoculado de mineral marino. Volvamos al nacimiento de las olas, que en nuestro favor, aún se sigue escribiendo poesía: Tierra fisurada que mancha este azulejo /tierra mojada que tiene grano brillando; una tierra que su carácter a imponerse es la tradición de la fractura, que también es mi cuerpo, pero la pirita que brilla en la misma cuando entra su contacto con la humedad, pasa a ser moldeada a la prosperidad. El barro es más humano que un humano. Se articula causando un prisma que traza una trenza que da forma a la inconsciencia. Una raíz que subordina al mismo tiempo, moldeando a la tradición más atávica vista por la naturaleza, trasladando una relación de viveza primigenia, asincrónica. Delegando a las raíces de nuestras almas para su brote desplazado en una cultura, y en otra.
Pues Tu y Yo devenimos de la primera aurora.
Tus manos son las raíces de tu alma ahora.
Ellas respiran silencio…
Simiente. ya no pertenecemos, lo damos por hecho. Más bien tenemos que fijarnos de donde somos y por tanto qué es a lo que nos debemos, con lo que tenemos.
Nuestros canales tienen la necesidad de nutrirse del éxtasis causado por el paradigma de la pausa, devuelta en la contemplación como el sustrato del silencio. Operando en la llanura quebradiza, sintiente hasta de su más ínfima fibra. De tal manera el silencio articula en su presencia como si un ser tuviera el desarrollo de su sensibilidad hasta el punto en que le doliera la mitosis. La separación de sus células. Un gesto porcentual tan menor de agonía pero que causa natalidad natalidad de algo que está en constante cambio; reconstruyendo el tejido en un momento cuando se encuentra la abertura de la finitud estirándose al goteo, que, en una instancia de silencio, arma el filamento que granula al sentido de los latidos bordeando al infinito.
Y en los siguientes versos de la tercera estrofa apreciamos la necesidad de nuestras manos. Enterrar no supone esconder algo de los sentidos, más bien trata de dar cimientos con aquello que nos respecta, humanos. Aquello que no puedo habitar más en éste momento. Entonces el descanso depara en detenerse en brevedad y darme cobijo en el subsuelo a las percepciones, renqueando, reptando, propagándose, multiplicándose; que por último se encuentran a sí mismas, se dan asimiento a la suma de condenarse abstractas: pues las manos en el subsuelo siembran sus jadeos, escrutando la historia de la tierra en un estrato que se nos da el elogio de poder comunicarlo con nuestro ser. La sustancia que hace la mirada del pensamiento se encuentra cautivada por la razón que existimos; si me miras para confirmarme que existo, estás haciendo lo mismo con tu cuerpo; si me miras las manos, estás ansiando lo que precede al motivo de la creación.
Escríbemelas con bocetos de grafito: pues el concepto no es más que un esbozo de aquello a lo que buscamos dar explicación. La mirada ha ido evolucionando según los ritmos de vida que se han dado, más el dibujo comprende muy bien que cualquier imagen que ha sido leída en la retina registra una apariencia que va a desaparecer. Es una respuesta a contingencias continuamente cambiantes, entonces más complejo se vuelve el comprender de manera sustanciosa la primera vez en que nos topamos con la vista. Un escrito se debe al desenterramiento del mundo, un boceto se debe al retrato de este suceso que es fugaz.
Porque somos pliegues que ensombrecen el adiós
y mugres de sabores infinitos que silban un son.
No somos la unión, sino todo
con cubiertas moteadas de oro…
La latencia se comprende en la extensión de un cuerpo y la retracción que se produce en sí mismo que hay en aquel verso del “Hombre Imaginario” donde Nicanor Parra, a excepción de dos versos concretos, articula todo este poema con la palabra “imaginario” o “imaginaria”: …Vuelve a sentir ese mismo dolor /Ese mismo placer imaginario /Y vuelve a palpitar /El corazón del hombre imaginario. Pues al referirnos a este segundo verso carente de lo imaginario, se esfuman las dudas del porque estamos dando voz al enrevesamiento constante a contenerse y emerger en un sentido de la vida concreto.
La latencia entonces, este repliegue y despliegue, en donde se interpone el pliegue. Son susurros aniquilando la percepción, porque en su atención el caminar se vuelve más lento, un cuadro exacto se detiene en el viaje por tren, y el aire empieza a adquirir forma. En ese suceso tan frágil y tan sustancioso como el pulso, nuestro entendimiento comprende al desplazamiento mismo de tierra alrededor del sistema solar. Una frecuencia interpelada en el motivo desconocido y en el paradero de los segmentos reconocidos. Ese pliegue es vacío, si, pero las puntas de nuestros dedos pueden rozar la fecundidad del desciframiento de cualquier línea que se fuga. Aquellas son las especies de algunas mariposas o polillas (lepidópteros) que con su geomensura no solo dan desafío al aire, dotándolo de forma irreverente al pensamiento, sino que también dan la medida en su extensión. El movimiento de sus alas es similar a la palma extendida (despliegue) y al meñique tocándose con el pulgar (repliegue). Un cuerpo que es mimético a la mano, que da la capacidad de encontrarnos orbitando, con querer palpar las superficies de nuestro paso.
Y el adiós se vuelve un ser umbroso. Una silueta dispuesta en la planicie de los tonos que proyecta el pliegue con una silueta más densa.
Somos mugre de sabores infinitos que silban un son debido a que nuestra fragancia participa en la esencia de nuestra forma, de tal manera que es de aquella de cual nos impregnamos, como es de aquella cual impregnamos al resto y lo que nos rodea. En el concepto de cómo somos símil del barro, vamos manchando el espacio que habitamos en los desplazamientos formados por nuestro paso; la presencia misma que buscamos a través en y por la comunicación que vamos infiriendo en la realidad que caracteriza a un otro, sustraída por el surgimiento del aire que vamos transmutando en sonido, movimiento, enriquecimiento de lo errático, tañendo los obtuso contemplado por el sueño que envuelve nuestro derredor.
Con cubiertas moteadas de oro. Porque fue, y sigue siendo el afán social de ser “oro de los pobres”. La gracia o motivo es que su centelleo se confunde. La dermis que se alimenta y se compone de este brillo, da cuenta que aquella luz que no vemos, que se transforma en la revelación participativa entre los hechos, expele la sutileza de los cuerpos convergiendo su propio ser de sí e incesantemente evidencia la reminiscencia del flujo que se desgaja a la necesidad de tomar contacto con nuestra corporeidad. Esto es la resistencia que hacemos desde la belleza que transforma a la consciencia humana. No buscamos la luz para que se cumpla nuestro conocimiento, sino que aquel brillo sabemos que proyecta más bien en desgarro de las diferencias; nuestra identidad reparando en la separación de nuestras semejanzas libres de cualquier disposición por sobre toda sabiduría humana. Nos componemos de brillo en nuestro exterior porque nos parecemos a la constelación, y queremos exponer nuestro circuito molecular a los ojos destituidos de las tendencias.
Con sus ríos lastimero a cadencia /de ritmos puros para mover la vista. Arterias y venas que señalan el despojo de la fronterización asimilado en los pulsos que se propagan en todo el universo preciso de la anatomía. Encontrándose con el gusto de ser en la existencia, difuminando la apertura y salida de los cauces con el deleite magnético de la apreciación de los movimientos componiendo un favor al entendimiento. Que con la rozadura de sus dedos rasga un umbral que revela a el ritmo errante de la vida. Un pulso desplazado como la hoja de árbol trabándose en una influencia significativa por ser ínfima, y destrozándose porque no se asimila en el compás que posicionó su vista.
Búscame con ésta misma y sujetala /consumámonos en silencio y espera… Se desprende el ligamento que traba a la vista y en la acción especular que nos devuelve la mirada ajena nos acerca a más entendimiento, como un destello amaestrado por las presencias; necesitamos absolutamente habitar la mirada de alguien más, sus gestos y el designio de las palabras extendidas en lo que converge el pliegue de los ojos que fermentan una vuelta por el tiempo.
Esperemos con atención al tiempo /para que bombeen los latidos de nuestra era. Puede ser hasta una capacidad ficticia el reconocer los flujos constantes de la desaparición, entretanto se enquista la imagen, que sólo es advertida por los gestos que dan forma a la Obra de Arte, circundándose de formalidad los sustratos que le sirven al apogeo de “magnificencia” a su órbita de palabras. Algunas escogidas al azar como el fósil, otras que han sido seleccionadas como fruto de conservación. El tiempo está sumido en la naturaleza de tal manera que una bocanada empieza a horadar para volverse mancha que se suspende a la evaporación: un punto ciego en el espacio que no se capta, pero que se roba nuestra atención. Y en la dimensión terrenal se arman los filamentos, fantaseados como las venas que moldean el designio de la creación. Y en el ascendimiento de su sustancia es ciclo, intersticio que acoge las rupturas y aditamentos presentes en conjunciones que deparan solamente en la capacidad limitada que tenemos de intervenir en la realidad. La práctica del sometimiento del tiempo y la naturaleza causa autolisis; no hay nada por donde anclar nuestro esqueje en este ejercicio. Y el todo advertido se convierte paradójicamente en desperdicio.
El resto de la estrofa es correspondida con la idea que tiene la autodestrucción. Mi corteza, mi piel, está fisurada con líneas rectas, por la influencia de una razón numérica, dicho sea de paso, que el apogeo y el avance tecnológico puede entregarnos subsistencia, pero también dan cuenta de una tendencia de la cual no podemos desligarnos. Ya lo evidenció el suceso más trágico que culminó la historia de occidente, puesto que la excesiva violencia de las guerras mundiales, da eco a que la repetición anquilosa de la naturalidad se manifiesta presente. Antoni Gaudí nos transmite la simpleza que es observada y evidenciada también en el Arte: La línea recta, en la línea del hombre, y la línea curva, es la de la naturaleza.
Las estructuras son incisiones que alejan nuestra comprensión íntegra con los pulsos que vierten armonía en la tierra.
Pues Tu y Yo intermediamos de la primera aurora.
Tus manos, son las raíces de tu alma ahora.
En ese hábitat nos situamos nuevamente y ésta vez, actuamos como intermediarios. Lo que confluye entremedio de nuestros párpados, la amalgama del aire concentrado en nuestras articulaciones con sonidos que expresan el desarme rítmico. Estamos entremedio del filtro del cedazo que separa al agua del barro, y en la alquimia del fuego sorprendiendo con la evanescente solidificación en que nos entendemos. En la incertidumbre, puesto que la certeza total de las formas no nos dan motivo para adentrarse en la ronda de los ciclos, saberes que se escapan, si, pero que tenemos el agrado de estar entre los mismos.
Mis pisadas, mis huellas, mis palabras,
todas encontradas con las tuyas, y las tuyas
conociendo tus raíces y fibras para que fluyan
entre el último suspiro de la planta
dejando semillas para la próxima Aurora…
El intersticio que aparece en la zancada es un terreno baldío con posibilidades ilimitadas, nutriéndose con la fundición de los movimientos que se aíslan para contemplarse; razón de mi cuerpo, pues el horizonte solo sirve para seguir caminando. Y en esa miriada en que el vacío se transforma en cuerpo, precede el espectro de la sentimentalidad, armando un tejido que las percepciones solamente son capaces de trenzar, y le sucede por último la memoria: un bajorrelieve, una insignia, un grafismo, etc., que continúa la caminata que se extiende entre las reminiscencias.
Mis palabras son rasgos distintivos del trato que ha advertido la razón de la fuerza que se emplea y despliega mi cuerpo en estos tres gestos.
Puesto que mis pisadas, mis huellas y mis palabras, cuando se encuentran con las tuyas, es cuando compartimos la razón de nuestro sufrimiento, y el desafío desesperado que nos sigue desplazando a los solsticios. Es flujo continuo que comunica a los polos ambiguos, descentralizando a los cuerpos, y estacados a la práctica imperativa de las fábulas que habitan en la apacible gesticulación que produce la ausencia de una presencia. Esta esencia no es más que el saber de sentir, y sentirse sabiendo, que ha llegado a ser obvio que ya no es obvio nada que tenga que ver con el Arte, ni en el mismo, ni en su relación con el todo, ni siquiera su derecho a la vida. Es la mediación de la referencia del mundo, que esto a su vez, es una interferencia a la toma de conciencia en como actúa como mediación de las cosas, dando por sentado que el Arte tiene una función, cuando es la carencia del mismo la forma más única de tener “función”.
Las huellas son grabados, y por ende formalmente, en favor o en sentido negativo, adscritas al Arte. Y el proceso de uno mismo pasa por las tres cesuras mediológicas que son la Logosfera, la Grafosfera y la Videosfera. Las huellas son correspondidas a que una matriz, cualquier tipo de superficie que articulándose con otra forme un deje de rastro, contemple una semejanza en su contraparte antecedida, nunca hemos sido capaces de ver con detenimiento a la matriz. Entonces este oficio se comprende como un oxímoron: la matriz y la estampa se refuerzan en su contrariedad para dar significado a un concepto en común, que es esto un Cuerpo, desplazado, y deja indicio de su historia. Mío/Nada.
Existe la sutileza porque por entremedio han aparecido las palabras para explicar cómo nos relacionamos en sentimiento con la otredad. El Grabado comprende éste carácter en su oficio, tallandome en la asociación de lo ajeno y las facturas que pasan por las arterias del pensamiento (en este caso, carácter analítico), parte el conocimiento, porque se contrasta la especie de la que está compuesta la razón, con la superficie de posibilidades ilimitadas, y ésta linda no conecta, más bien, deslinda.
Y surge en su procedimiento: tengo una matriz trabajada, que es similar a las posibilidades que están dispuestas en un planteamiento, una hipótesis, o el resultado de la especulación donde actuaron mis sentidos, mi conocimiento y mis reflexiones. La impregno de un elemento que se ha resuelto con un fin concreto. Y su desplazamiento se dirige a una superficie que es completamente desafiante en la percepción artística: un papel en blanco. Aquel lienzo está sometido a posibilidades infinitas, como la impresión de ver por debajo de una puerta, y la prensa es un intersticio que une un cuerpo con otro. Y en mi experiencia, el momento de pasar por primera vez un grabado por la prensa, entrega la sensación de que el tiempo se paraliza, para fijar su atención a lo que se ha acontecido, porque esta acción pone en tensión aquello que lo comprende. Llámese efecto de tocar brevemente la eternidad, me encuentra sensibilizado a los lineamientos próximos que transforman a todas las sensaciones en libertad. Y dirigiéndome a la inspiración que promueve la libertad (quizá como ídolo): Pues Tu y Yo concluimos de la primera aurora. Esa es la sensación que deja.
Nunca dejes de buscar otra mirada que mirar,
despídete de la que estás viendo en el espejo:
mañana murió, porque se movió para esperar…
No se si sería propiamente altanero de mi parte formular algo que nació de la intuición, pues la razón de esta estrofa es sedimento de un devenir sonsacado por la divagación: los desplazamientos en las divagaciones que hace la mente a través de la contemplación.
Cuando la forma que estamos en la necesidad de representar pasa por el umbral de nuestra percepciones, para pasar luego al terreno de lo espiritual en la creación, es una manera que tenemos de darle la razón a lo contemplado. Aquí el ensueño recae en una acción de asociación; conexión imperante que va de la mano con la búsqueda de felicidad, que paradójicamente en la forma que tienen las palabras de dar taxonomía nos podemos encontrar con una subordinación de las cosas (a las formas en general), si estoy siendo sometido de alguna forma ¿Cómo soy feliz?
Nuestra capacidad descriptiva recae en lo que quiero comunicar, narrar, simbolizar. Y es esa misma intención aquello por lo cual me siento más resolutivo (desde un sentido, libre, quizá) a prestar mi consentimiento para asumirse en la coerción que le comprende a la manera de como voy dando forma a la comunicación a través de mi gesto, mis sentidos y mis pensamientos.